Las partículas en suspensión se derivan del desgaste de los frenos y de los neumáticos, así como del contacto con el asfalto.
Que los vehículos movidos por energías limpias protegen el medio ambiente y la salud es algo que está de fuera de toda duda.
Sin embargo, esto no quiere decir que estos coches no emitan partículas contaminantes. De hecho, generan tantas partículas en suspensión como los automóviles con motor de combustión.
Según los expertos, esto ocurre porque una gran parte de las partículas que liberan los coches no se deben a la combustión interna, sino que el 90% de las partículas ( con diámetro inferior o igual a diez micras ) y el 85% de las partículas ( inferiores a 2,5 micras ) se generan por el desgaste de los frenos, el desgaste de los neumáticos y por el propio contacto de las cubiertas con la calzada.
El motivo, no es otro que el propio volumen de los coches, pues a mayor peso, más partículas de este tipo se generan.
Y precisamente, este es el caso de los automóviles eléctricos, cuyo peso se incrementa hasta el 24% más que coches convenciones, debido a la necesidad de incorporar baterías pesadas.
Además, las partículas derivadas del desgaste de los neumáticos, los frenos y el contacto con el asfalto son tanto o más dañinas que las derivadas de la combustión, pues incluyen metales como el zinc, el plomo, el cadmio o el bario, tal y como apunta un informe de la Unión Europea.
Estas partículas son más tóxicas, por lo que resultan clave en el incremento de enfermedades cardíacas, infartos y problemas respiratorios.