Aunque tiende a pensarse que el plástico es un material poco ecológico, habida cuenta de las montañas de desechos plásticos que contaminan mar y tierra, lo cierto es que su uso, al menos en la industria automovilística, tiene un beneficio ambiental incuestionable.
La introducción de materiales sintéticos en los vehículos ha aumentado significativamente en los últimos años, debido en buena medida a la necesidad que tienen los fabricantes de rebajar el peso total del vehículo para poder emplear motores más pequeños y, en consecuencia, que emitan menos gases contaminante.
Los plásticos usados en un vehículo tienen un peso medio de entre 100 y 150 kilos. Si esas piezas plásticas fueran de metal, el peso del vehículo aumentaría de 300 a 350 kilos. Con el consiguiente crecimiento del consumo de combustible y, con él, de las emisiones.
Otra ventaja de los plásticos del automóvil es que son reciclables. A diferencia de otros plásticos de uso cotidiano, como las bolsas, los elementos que componen un vehículo son desechados y y reciclados cuidadosamente, en un proceso de economía circular que implica a talleres y desguaces.
También pueden ser aleados y reforzados para adaptarlos a su posición en el vehículo, aumentan las posibilidades de diseño y personalización, no se oxidan y se pueden reparar y pintar. Asimismo, reducen la producción de ruidos aumentando el confort en marcha y tienen la capacidad de absorber energía en caso de colisión.
En contra, cuentan con inconvenientes como la menor resistencia a los agentes atmosféricos respecto a algunos metales, su sensibilidad a determinados disolventes o la falta de adherencia ante determinadas pinturas de fondo y de acabado.