En verano, el calor puede convertirse en un factor de riesgo a la hora de conducir. Cuando la temperatura supera los 25 grados dentro del habitáculo, se produce una disminución de la atención y la concentración, además de que se incrementa el tiempo de reacción. Por ello, es aconsejable atemperar el habitáculo y conducir a una temperatura entre 21 y 23 grados.
Conducir con exceso de calor puede incrementar más de un 20% el riesgo de accidente. Conducir a 35 grados o más puede provocar que el conductor deje de percibir el 20% de las señales de tráfico e incremente sus errores más de un 30%. El calor puede derivar en deslumbramiento, que es la causa de alrededor 3.500 accidentes en España, puesto que el efecto del calor hace que nuestra visión también empeore. El exceso de calor origina también fatiga e incremento de la agresividad.
Para evitar cualquier obstáculo durante los trayectos de verano, se recomienda revisar el sistema de aire acondicionado antes de empezar las vacaciones, ya que además de ser un elemento de confort también forma parte activa de la seguridad del vehículo. Para mantener una buena calidad del aire en el interior del coche, es fundamental llevar a cabo un mantenimiento y cambio de filtro, ya que además de filtrar las impurezas, este gesto contribuirá a alargar la vida útil del coche.
Prácticamente todos los vehículos ya cuentan con aire acondicionado, aunque también existen otros trucos sencillos que nos ayudarán a mantener el vehículo fresco en verano.
Recomendaciones:
- Encender el sistema de aire acondicionado. No es sólo un elemento de confort, que hace que varíe la temperatura dentro del coche, también es un elemento de seguridad puesto que ayuda a paliar situaciones de somnolencia y atención en la conducción. El sistema de filtrado de climatización del coche ayuda a prevenir los estornudos y dolores de cabeza, ya que filtran hasta un 88% del polen y otros alérgenos presentes en el aire exterior. Para asegurar que en el habitáculo respiramos aire puro, también hay que mantener limpio el filtro de habitáculo.
- Aparcar en la sombra. Los rayos solares no entrarán de forma tan directa en nuestro vehículo y la temperatura del mismo no ascenderá tanto. Evitando esta exposición al sol, no solo reduciremos la temperatura interna del coche. También los posibles daños que puedan sufrir la pintura y los guarnecidos del vehículo al estar largos periodos de tiempo recibiendo los rayos solares. Es difícil encontrar lugares donde aparcar en los que haya sombra durante todo el día. Así que lo más inteligente es estacionar en aquellos donde no haya sol durante las horas de más calor (mediodía y horas posteriores).
- Colocar parasoles. Si no se puede aparcar el coche en un lugar sombreado, lo recomendable es colocar un parasol delantero para que el volante no esté muy caliente cuando vayamos a conducir. Un error muy frecuente es considerar que solo es necesaria la colocación de parasoles delanteros. El sol, sobre todo en horas centrales del día, entra en los coches por todas las zonas del mismo. Por este motivo, los parasoles traseros son claves para que el coche no alcance temperaturas demasiado elevadas.
- Usar protectores de volante. Además de ser elementos que favorecen la correcta higiene del coche, evitan que este elemento concentre un calor excesivo. Estos cubrevolantes son muy recomendables en verano.
- Abrir las ventanillas antes de arrancar y esperar a que ese aire caliente salga. Un truco es abrir una de las ventanillas y, desde el lado contrario, abrir y cerrar varias veces la puerta hasta que salga ese aire caliente.
- Lavar el coche con frecuencia. Con esto se consigue bajar la temperatura del vehículo. Evitar hacerlo en las horas de más calor porque si no el agua se evaporará demasiado rápido.
- Lunas o cristales tintados. Aparte de ser un elemento decorativo del vehículo, los cristales tintados son perfectos para reducir el efecto de los rayos ultravioletas del sol, y con ello reducir el calor que transmiten los mismos al interior del coche.